domingo, 29 de enero de 2012

Hack for your Rights ~ Hackea por tus derechos

La ética hacker como una partida simultánea y global en la búsqueda de cambios estructurales en cualquier área de nuestra sociedad

Tratamos en este texto de extrapolar ideas de las luchas y conquistas en el ámbito digital y aplicarlas en la búsqueda de cambios en otras áreas de nuestra sociedad.

Y es que una de las "partidas" de un potencial estratégico manifiesto que se han producido durante las últimas décadas, ha sido la que el Software Libre ha librado contra el software privativo de grandes empresas como Microsoft.

Aunque no es siempre obvio, y a veces se ve el esfuerzo de creación colectiva que supone el Software Libre, bajo una simplista perspectiva práctica o funcional ("esto funciona mejor que esto otro", o "estoy más acostumbrado/a a esto que a esto otro"), lo que realmente estaba y está en juego son nuestras libertades, nuestra privacidad, nuestra independencia como personas y como sociedad, en definitiva, el bién común.

Y aunque el Software Libre está llegando poco a poco a nuestros ordenadores personales (ya sea a través de programas como Firefox, o sistemas operativos como Ubuntu) incluso a nuestros móviles (con Android), es algo que usamos de forma "indirecta" continuamente, ya que gracias a él funciona gran parte de lo que entendemos por Internet, incluyendo grandes empresas de servicios privativos como Google o Facebook.

Una de las mejores enseñanzas que podemos extraer del Software Libre es que se puede jugar y ganar en esta gran partida de la lucha global por nuestras libertades y por el bien común y que podemos cambiar el insostenible e injusto momento histórico actual.

Por mucho que una gran empresa pueda tener cientos o miles de programadores contratados, ¿qué empresa puede competir con algo como el Software Libre, creado en colaboración por cientos de miles de entusiastas por todo el mundo, y mejorado, traducido, adaptado y liberado como un bien común para el resto de la humanidad?

Y podemos extrapolar a otras áreas, como por ejemplo la Cultura Libre. Como dice Eben Moglen: "ahora que cualquier bien cultural (saber, arte, obra), toda información de utilidad, podría estar disponible para todo el mundo al mismo precio que puede estar disponible para una sola persona... ¿cómo puede ser ético excluir a cualquiera del libre acceso?" Si no nos cuesta compartir ¿por qué excluir a otras personas artificialmente?

El mejor ejemplo de Cultura Libre es actualmente la Wikipedia, esa enciclopedia online , creada, gestionada y mantenida de la misma forma que el Software Libre, por miles de personas como nosotras, y disponibilizada a todo el mundo en decenas de idiomas. Es un buen ejemplo de "bien común digital".

¿Qué enciclopedia comercial puede competir con este esfuerzo colectivo, permanente y desinteresado de la Wikipedia? Ninguna. Encarta, la conocida enciclopedia de Microsoft, dejó de editarse en el año 2009. Es como si las antiguas fábricas de hielo intentaran competir con la llegada de los frigoríficos.
 Y aun con todo, esto es sólo el comienzo.

Más allá del Software Libre. Una partida global.
Extrapolando, ¿por qué hemos de limitarnos al Software Libre o a las enciclopedias y la Cultura Libre?

Una de las cosas más interesantes, es que el Software Libre nos muestra una partida ganadora que puede ser jugada, ya no contra Microsoft, sino contra cualquier amenaza a nuestra libertad (como los transgénicos, o las semillas híbridas que no pueden volver a resembrarse, la privatización y mercantilización de la sanidad o la educación, etc).

También nos muestra que producir para nuestro bien común (ya sean bits o verduras), es una práctica más sana que producir con un simple objetivo mercantil (y que justifica cosas como la guerra, la enfermedad, la obsolescencia programada, la devastación medioambiental... con la única perspectiva del mercado).

Y para extrapolar, basta una regla de tres . Si está claro que el Software Libre nos hace más libres frente a prácticas abusivas, monopolistas y anti-libertad en nuestros ordenadores y en Internet, ¿qué otras prácticas similares pueden hacernos libres frente a otras problemáticas como el monopolio de semillas, las patentes de la vida, las injustas farmacéuticas (que por ejemplo prefieren investigar en medicamentos que sean necesarios tomar de por vida), la falta de transparencia de instituciones (y su control por corporaciones sin ética alguna), etc?

Lo que podemos aprender es que, tanto individual como colectivamente, podemos jugar y vencer en partidas similares, contra objetivos que ponen en juego el bien común y nuestras libertades (ya sea a nivel alimentario, medioambiental, sanitario, educacional...).

Tomar conciencia de que cualquier persona puede jugar esas partidas, y que podemos convertir la situación histórica actual en un gran tablero en el que participar en esas partidas de una forma simultánea y descentralizada. Cuantas más personas participemos en cada partida, cuantos más busquemos ese cambio estructural, mayor es la probabilidad de que uno/a de nosotros/as, dé con jugadas ganadoras (p.ej. Wikileaks), y por tanto, mayor es la probabilidad de éxito como sociedad. Si ganamos estas partidas, las ganamos todos.

Como decía Eric S. Raymond: "Dada una base suficiente de [colaboradores/as], casi cualquier problema puede ser caracterizado rápidamente, y su solución ser obvia al menos para alguien."

Tú también puedes jugar, o lo que es lo mismo, tú también puedes "hackear". 
Podemos explicarlo con otras palabras. Un 'hack' (literalmente 'hachazo'), puede ser una solución ingeniosa a un problema, o un truco, una genialidad, o esa idea que te sorprende cuando te la cuentan, o te hace reir por su ingeniosidad.

"Hacking", es el acto de hacer "hacks", y "hacker" es quien hace "hacks" (nada que ver con el hacker entendido como "pirata informático"). Por otro lado, el "hacktivismo", el uso de hacks con fines políticos, se puede ver como una búsqueda de libertad para nuestra sociedad.

El Software Libre es un gran "hack" y nos muestra cómo algo, como nuestro sistema económico, puede ser cambiado, "hackeado", para el beneficio de la humanidad, del bien común. Nos muestra una fisura y cómo, aún con las mismas reglas del juego de este sistema injusto, se puede vencer al sistema.

Debemos ser conscientes de que todo el mundo puede ser "hacker" , y puede atreverse a "hackear" en otras áreas diferentes del Software , en otros entornos o facetas de la vida que coarten nuestra libertad, más allá de los ordenadores o Internet. Un buen ejemplo en el área del periodismo y la transparencia es Wikileaks. Es una gran jugada que se puede jugar en otras áreas (por ejemplo aireando prácticas injustas de corporaciones o administraciones locales) en pro de la transparencia y de nuestra libertad.

Esta sociedad actual necesita hordas de leñador@s que busquen y asesten hachazos en las grietas de las corporaciones e instituciones anti-libertad que atentan contra el bien común.

Estar en contra no es suficiente, hacer cualquier cosa tampoco.
Son necesarias otras estrategias más ambiciosas, enfocadas a encontrar colectivamente estas jugadas ganadoras que acaben con las situaciones injustas actuales. A veces es cuestión de aprender de las partidas jugadas por otras personas y colectivos, en otras partes, y adaptarlas a nuestro entorno o mejorarlas.

Queremos escribir estas líneas para animar a jugar, a hackear, a ser "leñadores" sociales. Nuestro objetivo debería ser sanear o cortar los manzanos podridos que están afectando a nuestro bosque comunal y a nuestro futuro.

Te retamos a jugar en esta partida simultánea por un mundo mejor. Cualquiera que sea tu campo (agricultura, biología, música, lo que sea), seguro que puedes tratar de encontrar hacks contra lo que nos perjudica. Si tu jugada es ganadora, ganaremos todos/as, y si otras partidas resultan ganadoras también ganaremos todos/as.

Este texto es un intento de fomentar partidas simultáneas frente a prácticas contra el bién común, pero no deja de ser sólo una jugada. A ti se te pueden ocurrir otras jugadas más efectivas en la misma línea. Piensa en ello.

Happy hacking!
© 2010-2012 Colectivo Comunes cc-by-sa

sábado, 28 de enero de 2012

Las redes y el poder

( Sobre una viñeta del Roto).

Vaya por delante mi admiración por el humor gráfico, o más bien la sátira social gráfica del Roto. Se trata de un humor que hace pensar, de brevísimos relámpagos filosóficos en los que se articulan una imagen y un mensaje verbal minimalista, lapidario. El Roto es un filósofo, un filósofo moral a la manera de Pascal, pero es también un dibujante cargado de humor negro, a la manera de Goya cuyo legado reconoce como propio. Puede decirse -citando la leyenda de su viñeta del día siguiente al atentado contra la T4- que lo que describe "daría risa si no diera miedo". Como Goya, nos describe con lúcido pesimismo la realidad espantosa del sistema y de la época en que vivimos, la arrogancia estúpida de los poderes, su cinismo, su fealdad. Sus dibujos son auténticos "caprichos" y "desastres de la paz". Cotidianamente nos distancia el Roto por este medio de los malsanos efectos de la sumisión y, haciendo honor a su nombre artístico, rompe, desgarra el velo que recubre el horror, del Estado, del capitalismo, de los propios seres humanos que vivimos en las entrañas de este sistema estúpido y cruel y que lo sustentamos. Como él mismo afirmba en una entrevista refiriéndose a su trabajo: "El núcleo esencial de la sátira es poner de manifiesto aquello que consideras que son falsificaciones o mentiras, las formas en las que se presentan las cosas para ser más digeribles. Arrancar esa careta es justamente lo que hace la sátira."

Hoy, 24 de enero de 2012 nos gratifica con una viñeta en la que un personaje que lleva una capucha roja precida a la de los superhéroes de los cómics se sonríe mirando hacia abajo y dice: "Ya tenemos a todos en la red. Preparaos para izarla." La palabra red está resaltada en color rojo, el mismo color de la máscara. El rojo subraya la palabra "red" como un significante especial. Hay varios sentidos en la palabra "red": la red en la que entramos voluntaria e imprudentemente y que nos aprisiona, la red que nos conecta, la red que constituimos entre todos. El humor satírico del Roto  se basa en mostrar que detrás del sentido amable y cooperativo de la red está la red como trampa, como dispositivo de captura. La red es hoy, más que nunca, una metáfora ambigua.

Tradicionalmente la red era un instrumento de captura, una trampa. La red fue la metáfora -acertada- de un poder que todo lo determina, pero también de un poder predador que "pescaba" a los súbditos. La red era algo en que se estaba preso, no una trama que conecta los distintos nodos. Los nuevos filósofos y otros ideólogos del "(anti)totalitarismo" usaron abundantemente la imagen de la red para describir un poder sin escapatoria que identificaron con una imagen caricatural del marxismo e incluso de un pensamiento occidental que venía preparando el Gulag desde Sócrates y Platón. La red es hoy, sin embargo, por excelencia, la que se materializa en Inter-net (la inter-red, la red de redes). La Red es hoy un espacio horizontal de cooperación generalizada. La Red sustituye las jerarquías, rompe las fronteras y establece una cooperación directa entre individuos o grupos de individuos situados a un mismo nivel. La Red, en ese sentido es democrática y multitudinaria: no manda ni representa, sino que conecta y articula potencias singulares. A diferencia de las construcciones políticas soberanas de la teoría moderna del Estado, que se basan en la trascendencia del poder (Bodin, Hobbes), la organización en red se basa en la m:ás estricta inmanencia. La coherencia de la red no depende nunca de un punto exterior (el soberano, la instancia de mando) que la unifique: la red se une y se sostiene merced a su propia trama en un todo inestable y nunca entramente cerrado, pero, por ello mismo, capaz de reconstituirse.

La Red es una organización flexible y recombinante. Cuando se destruye el puesto de mando de una organización jerárquica, esta no es capaz de recomponerse y queda enteramente destruida. Cuando la red conecta líneas de comunicación (conversaciones) entre sí y una de las líneas se interrumpe, siempre es posible restablecer la comunicación mediante un rodeo. Es mucho más difícil liquidar una red que una estructura jerárquica y centralizada. Esto lo comprendieron bien los militares norteamericanos, quienes crearon el primer Internet como medio para recomponer la cadena de mando militar tras un ataque enemigo que hubiera destruido el cuartel general o cualquier otro fallo en las líneas de comunicación. El ejército aprende así de la guerra de guerrillas que siempre funcionó en red, pero también de las nuevas formas de organización de la producción tras la gran revuelta de finales de los 60 y principios de los 80 contra la empresa fordista y sus jerarquías. Horizontalidad, flexibilidad, cooperación directa de los trabajadores articulaban la respuesta de la nueva forma de empresa frente al mercado, intensificando a la vez la productividad y la explotación de la fuerza de trabajo.

Un trabajo que se confunde cada vez más con la vida social y que abarca todos los momentos y esferas de la actividad afectiva y cognitiva sólo puede organizarse en red. El capitalismo ha descubierto que el comunismo (la cooperación directa entre trabajadores) es infinitamente más productivo, flexible y creativo que el trabajo sometido a jerarquías. Por ello mismo lo ha integrado, lo ha capturado  sometiéndolo, eso sí, al "dulce gobierno" del mercado. El ideal del neoliberalismo es una cooperación social horizontal estructurada como una enorme red de transacciones mercantiles. Individuos dotados de capacidades productivas propias negociarían permanentemente en el mercado -o en una nueva empresa que interiorice, al menos en parte, las dinámicas de mercado- sus condiciones de cooperación. Esta utopía neoliberal se enfrenta, sin embargo, a un importante escollo que es el papel fundamental como fuerza productiva, no ya sólo de las capacidades individuales de los productores, sino de la capacidad común, de la potencia de la red como tal. Esa capacidad se expresa ante todo como un saber común en constante elaboración colectiva que el Marx de los Grundrisse denominaba, en una curiosa referencia a Averroes, General Intellect (Intelecto General). Esto determina, por consiguiente, una tensión constante entre dos tendencias inmanentes a la red: una tendencia apropiativa que intenta reducir el saber del intelecto general a "capital humano" privado y que limita por consiguiente el libre acceso a los comunes en Red y una tendencia a desarrollar la productividad y la creatividad indidividual y colectiva mediante el acceso libre y general a los comunes.

La Red es así, un espacio de cooperación, pero también de conflicto. A la jerarquía y al mando suceden como dispositivos de apropiación de valor por el capital los mecanismos de mercado y los instrumentos financieros. Existe poder y dominación en la red, pero es un poder que ya no funciona de arriba a abajo como el del soberano o el de la empresa fordista, sino en un plano horizontal de rigurosa inmanencia en el que el capital y sus aparatos empresariales, financieros y políticos se esfuerzan por imponer la norma jurídica de la propiedad en el terreno de los comunes, por transformar la cooperación en transacción comercial. Frente a ese poder se generalizan las resistencias, también horizontales que desarrollan prácticas de ocupación del territorio y de liberación de zonas cada vez más amplias donde rige la ley de los comunes y no la de la propiedad. La Puerta del Sol, Tahrir, los distintos movimientos Occupy son expresión de esta liberación horizontal que no toma la Bastilla ni el Palacio de Invierno -los lugares de un poder que está arriba- sino que bloquea la circulación de un mando capitalista indirecto y horizontal que se ejerce a través del mercado.

Por una vez no estoy de acuerdo con el Roto. Hoy no hay ningún poder que esté "arriba": el poder circula "abajo", entre nosotros, y entre nosotros también se organiza la resistencia y la liberación. La red no es una trampa o no es sólo una trampa -también puede serlo si se reduce a mercado- sino un auténtico instrumento de liberación. Ya nadie puede tirar de ella: ni la empresa, ni el mercado, ni Dios.

John Brown 
Iohannes Maurus 

jueves, 26 de enero de 2012

La Ley S.O.P.A. pone en evidencia a la propiedad intelectual como instrumento de control y dominación global

En los últimos días hemos asistido a una catarata de información relacionada con el supuestamente fallido proyecto de Ley antipiratería S.O.P.A. (Stop Online Piracy Act) presentado ante el Senado de los Estados Unidos. Mediante esta ley, se establecía que cualquier página web podía ser bloqueada si violaba con su contenido los derechos de autor de terceras personas (empresas audiovisuales estadounidenses). El sitio se clausuraría sin necesidad de pasar por procesos judiciales. La ley finalmente fue aplazada pero el gobierno de EE UU que el mismo día accionó policialmente contra el sitio de descargas más importante del mundo criminalizando a sus dueños. La propiedad intelectual, tema de poca relevancia para la comunidad internacional en general (aunque sí para empresas y gobiernos de países desarrollados o especialistas en la materia) emerge ahora como un tema público en el que se evidencia la injerencia de los Estados Unidos en los derechos de creación y usufructo de millones de personas en el mundo para proteger los intereses corporativos de sus propias empresas y controlar la libre circulación de información, conocimiento y material cultural de quienes desean acceder a contenidos de la Web.

Según un informe gubernamental, el Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. analiza foros, blogs, sitios web y su contenido público poniendo como pretextos objetivos poco claros. De acuerdo al documento, la revisión pretende “ayudar” a este organismo de seguridad y sus agencias a responder a diferentes “acontecimientos” siguiendo la lista de páginas de varias redes sociales (Facebook, MySpace), los miniblogs de Twitter, sitios para compartir vídeos e imágenes (Youtube, Flickr, Hulu), así como varios blogs que tratan diversos temas de interés de los Estados Unidos como el cibercrimen, el narcotráfico o los grupos “terroristas” como organizaciones sociales, ONGs y hasta empresas competidoras de las estadounidenses.

La propiedad intelectual bajo la forma de derechos de autor o propiedad industrial ha sido denunciada en los últimos años como mecanismo de penetración y monopolización de mercados de países en desarrollo en diversos campos de la técnica: farmacología, biotecnología, nanotecnología, alimentación, electrónica, química o mecánica, como un instrumento de concesión de monopolios temporales y bloqueo de tecnologías nacionales. Del mismo modo se visualiza ahora como la utilización de leyes restrictivas de derechos de autor online benefician a transnacionales de las “industrias culturales” de los Estados Unidos que protegen sus mercados monopólicos pero le exigen apertura comercial al resto del mundo mediante acuerdos de propiedad intelectual relacionados con el comercio ADPICs, o tratados a nivel regional NAFTA, CAN, DR-CAFTA o TLCs bilaterales -Chile, Colombia- que contemplan en todos los casos capítulos enteros sobre propiedad intelectual favorables a corporaciones mundiales. Así y por primera vez, millones de personas comienzan a percibir que las leyes y tratados firmados por los Estados integrantes de la OMC son precursoras de la ley S.O.P.A. y han resultado una trampa y un retraso para el crecimiento económico autónomo de las economías nacionales que ven bloqueado el ingreso de nuevas tecnologías y de know-how mediante aplicación de cláusulas restrictivas de explotación comercial y transferencia tecnológica (marcas, patentes, diseños industriales) que favorecen a las casas matrices en territorio de los Estados Unidos. Para el caso de la S.O.P.A. y ante la aprobación de la Ley, varios portales de Internet se desconectaron en Estados Unidos durante 24 horas.

El proyecto de ley provocó una reacción en cadena de los defensores de la libertad en la red y compañías de Internet que vieron afectados sus intereses agrupadas en la plataforma Netcoalition.com, Google, Yahoo!, Facebook, Twitter, Wikipedia, Amazon, Mozilla, AOL, eBay, PayPal, IAC, LinkedIn, OpenDNS y Zynga se unieron para intentar parar la iniciativa legislativa, mientras que cientas de empresas de comunicación de menor escala manifestaron su apoyo. La repercusión mediática se debió a la contracampaña comunicacional de las empresas online afectadas por el Departamento de Seguridad de los Estados Unidos pero la doble utilización de la propiedad intelectual como controladora de mercados, información y conocimiento, por un lado, y de dominación política y social por el otro, hace que este gobierno presione a gobiernos de otros países para aplicar la normativa global más allá de las leyes existentes en sus propios territorios. De este modo, los Estados gendarmes protegen los negocios de las grandes empresas extranjeras que se enriquecen por la utilización de la propiedad intelectual y obtienen divisas por exportaciones y ganancias por ventas en cada uno de los países en los que coloniza su economía, remesando los dólares generados en el capitalismo global sin regulación y en auto-crisis.

Por los motivos expuestos, los gobiernos que continúen con la aplicación de las leyes de propiedad intelectual y que respondan al lobby de los Estados Unidos manteniendo una situación de no confrontación con la todavía mayor economía mundial, verán afectada su balanza comercial dada la magnitud de las ganancias de las industrias del copyright y la propiedad industrial, que desequilibran las economía de los países. Una vez más los dueños del mundo avanzan sobre ciudadanos que consideran a la internet y demás tecnologías de uso social como bienes públicos no susceptibles de apropiación monopólica o colonización cultural mediante leyes contrarias al progreso humano y a valores esenciales para el desarrollo de los pueblos que esperan por un nuevo sistema mundial de creación, distribución y uso de la información, el conocimiento y la cultura.

Fabián Pena
Blog de Fabián Pena

martes, 17 de enero de 2012

Tomar la sopa con la mano

Si todo sale mal, el 23 de enero podría “apagarse” Internet en señal de protesta. Como puede deducirse de nuestra vida cotidiana, Internet cambió las reglas del juego en el arcaico mundo de la propiedad intelectual, y las empresas que durante años han manejado estos negocios han decidido dar su último gran manotazo de ahogado. En octubre, el senador republicano de Texas, Lamar Smith, presentó una propuesta de legislación que se dio a conocer como SOPA (Stop Online Piracy Act, o en español algo como “acta para detener la piratería en línea”). El 24 de enero se tratará nuevamente esta ley en el Congreso de Estados Unidos y tiene como argumento central la “defensa del trabajo norteamericano” y el ataque a la piratería, que estaría haciéndole perder 58 mil millones de dólares a la industria del entretenimiento y 19 millones de puestos de trabajo. La ley tiene el apoyo de unas 120 entidades que van desde proveedores de Internet como ComCast, la Copyright Alliance, editoriales como la MPA, sellos discográficos como Sony, Emi u organizaciones farmacéuticas. El espíritu de la propuesta legislativa es convertir a proveedores, plataformas y servicios de Internet en policías responsables de sus acciones a un nivel jamás atrevido: por ejemplo, si alguien postea un link en cualquier sitio o red social, o sube contenido del cual no tiene derechos, el gobierno tendrá derecho a bloquear estos sitios si están fuera de Estados Unidos. Censura lisa y llana.

Si bien la cantidad de organizaciones que apoya esta posible legislación es asombrosa, del otro lado están las empresas que hoy dominan el negocio de Internet y que son el corazón de la economía norteamericana. Además tienen otro gran condimento a favor: Google, Facebook, Twitter, Zynga, Ebay, Huffington Post, están mucho más cerca de la gente (“usuarios”) que cualquiera de las otras organizaciones. También se manifestaron en contra la Electronic Frontier Foundation, Mozilla Foundation y Wikimedia Foundation, creadores de Wikipedia, el sitio de contenidos colaborativos más grande del mundo, que con esta legislación podría desaparecer. Pero “la gente” (los usuarios) reacciona cada vez más rápido: un caso emblemático es el de GoDaddy, una empresa que registra dominios de Internet y vio perder miles de registros cuando anunció que iba a apoyar SOPA y tuvo que rever su postura.

Lo mejor de Internet se basa en el libre flujo de información, la neutralidad de la red y en la apertura de su contenido. Estas tres características ofrecen serios problemas a los antiguos modelos de propiedad intelectual. El libre flujo de información permite desestructurar monopolios, la neutralidad de la red (que cualquier sitio vaya a la misma velocidad) mejora la posibilidad de generar ideas desde los márgenes y la apertura, bueno, es lo mejor que tiene la web: que todo el contenido está disponible desde cualquier lugar. En estos años, las antiguas organizaciones defensoras de la propiedad intelectual lo han intentado todo: han litigado sistemáticamente contra sitios de Internet de intercambio de archivos, han litigado contra adolescentes por bajar películas y han presionado al gobierno estadounidense para endurecer la legislación y, a través de sus embajadas en todos los países posibles, han hecho presión para que otros países adecuen sus legislaciones.

El problema es que, salvo en algunos países donde la censura está bien programada (China e Irán son los casos emblemáticos), unos 2 mil millones de personas en el mundo han naturalizado la capacidad que ofrece Internet para compartir información. La NetCoalition –una flamante organización que lucha contra SOPA y es la que filtró la posibilidad de que Google, Facebook y Twitter hagan un “paro”– propone como contraparte cortar las fuentes de financiación de los sitios (como se hizo con Wikileaks, por ejemplo), mientras que las fundaciones que bregan por el libre flujo de información, entre ellas Creative Commons, proponen cambiar completamente el modelo de propiedad intelectual.

Lo que los guardianes de la propiedad intelectual no comprendieron, claro, es que la información en Internet funciona como una sopa que, una vez servida, es imposible agarrar con las manos.

Mariano Blejman 
Página 12

sábado, 14 de enero de 2012

Tres mitos a erradicar relacionados con internet y la cultura libre

Internet elimina intermediarios

Sin duda, uno de los lugares comunes más repetidos en todo lo referente a creación e internet. La red no ha eliminado intermediarios, de hecho los ha aumentado. Mientras se coexiste con los intermediarios clásicos, ahora aparecen nuevos, de igual importancia. ¿Alguien conoce a algún ser humano que, además de saber hacer historias, canciones, fotos, pinturas o vídeos y vivir de ello... además sepa y tenga el tiempo para desarrollar sus conocimientos de HTML, CSS, programación, diseño gráfico, streaming, posicionamiento en buscadores, licencias y uso intensivo de redes sociales? Yo desde luego no conozco a nadie, y dudo que exista. Intermediarios hay y habrá, por lo que repetir la falacia de su fin como algo bueno sería el primer mito que debería desaparecer. Digamos, alto y claro, que en el nuevo escenario hay nuevos intermediarios, y con funciones muy interesantes para las/os creadores.

Ley Sinde

Por aquello de que el enemigo de mis enemigos es mi amigo, desde ámbitos relacionados con el copyleft y la cultura libre -que si se caracterizan por algo, es por el respeto escrupuloso a las condiciones de las licencias de obras propias y ajenas- se suelen hacer encendidas defensas de las webs de enlaces y/o de descargas, resultando esto algo extremadamente paradójico. No es lo mismo una web de enlaces que una de descarga directa, pero las metemos en el mismo saco porque la defensa de ambas, salvo excepciones, suele ser igual de inclusiva. En general, la industria respeta las licencias y paga a las/os creadores (siendo discutibles tanto las licencias que se usan habitualmente como la cantidad de dinero que al final llega al autor/a). En cambio, las webs de enlaces y/o de descarga directa, sin entrar en su encaje legal en el marco actual, se basan en un modelo de negocio en el que jamás llega nada a las personas que generan esos contenidos.

Habiendo un consenso más que claro en lo discutible que era la propuesta de la llamada Ley Sinde, desde ya hay que empezar a hilar más fino. Una cosa es la legalidad y legitimidad de esas webs y otra la de las/os usuarios que pueden hacer uso en internet de ellas, distinción nunca hecha en los discursos en lo que a la Ley Sinde se refiere. Y urge acabar con el mito de que las webs de enlaces y/o de descargas directas tienen que ver algo con la cultura libre. O desde otro punto de vista, tienen tanto que ver con la cultura libre como las redes mafiosas del top-manta. Es decir, nada. Si era y es erróneo el paraguas de "piratería" para mezclar top-manta, P2P, webs de enlaces y de descargas directas, lo mismo en lo que a cultura libre se refiere. Creemos que una cosa es defender el intercambio en redes P2P y otra el modelo de negocio de webs de enlace y descargas. Que todo se englobe como "piratería" (el enemigo de mi enemigo) no significa en absoluto que signifique lo mismo en lo que a cultura libre y procomún respecta. Al igual que pioneros del copyleft alertaban que usando las típicas copias piratas del Office no se fomenta el software libre, la defensa de webs de enlaces y descargas no fomenta la cultura libre, fomenta el "todo gratis", que es otra cosa.

Gestión colectiva de derechos

El funcionamiento de las entidades de gestión ha sido tan nefasto y su imagen tan mala, que la tentación de tirar al bebé con el agua sucia es prácticamente irresistible para la mayoría de las personas vinculadas al copyleft y la cultura libre. En estos ámbitos, por desgracia son habituales discursos delirantes que van desde la eliminación sin más miramientos y con carácter inmediato de la propiedad intelectual, a la inclusión de los derechos de los internautas como derechos humanos o fundamentales (si la propiedad intelectual no debería ser un derecho fundamental ¿lo debe ser el acceso a internet?). Pero afortunadamente, lo que es hegemónico en el seno de estos movimientos es el discurso e impulso real de nuevas licencias, nativas (y por tanto) idóneas para difusión de contenidos a través de internet. Pero el problema tremendo que hay, como efecto colateral y reacción a los abusos de las entidades de gestión, tanto de los sectores abolicionistas (de la propiedad intelectual) como de los posibilistas (que abogan por licencias alternativas) es la percepción de la gestión colectiva obligatoria de derechos como un problema y algo a erradicar.

Es decir, en la gran mayoría de casos se aboga por una reforma de la Ley de Propiedad Intelectual donde se acabe con la potestad de que sólo entidades de gestión colectivas puedan recaudar en ámbitos como televisiones, radios, etc. Si en general las condiciones de trabajo de las y los trabajadores que negocian individualmente siempre son peores que cuando se negocian colectivamente, ¿por qué debería ser distinto en el caso de las y los autores? Vuelve a aparecer (de nuevo) el primer mito sobre lo beneficioso que sería el fin de los intermediarios: lo mejor es eliminar las entidades de gestión y que las personas que generan contenidos negocien una a una y de manera individual los usos de sus obras. ¿De verdad esto tiene algún sentido? Pues puede: si además de HTML, CSS, programación, diseño gráfico, streaming, posicionamiento en buscadores, licencias y uso intensivo de redes sociales, las/os autores son licenciados en Derecho y pueden ejercer, teniendo conocimientos de Mercantil y Propiedad Intelectual. O tarifa plana en abogados.

viernes, 6 de enero de 2012

La guerra contra el ordenador personal

Buscando la raiz de las guerras del copyright que estamos viviendo, hay que remontarse hasta el origen mismo de la informática moderna. Hasta esos grupos de académicos que en los años 70 aprovecharon la visión que los estrategas habían esbozado una década antes para la investigación y la inteligencia militar. Fueron ellos quienes comenzaron a extender una red y a desarrollar nuevas prácticas y nuevo conocimiento en ella. Gracias a la visión de aquellos pioneros, un par de décadas después (ya en los años 90) la verdad flotaba en el ambiente: la llegada de la «sociedad de la información» era inminente y, con ella, también la de la economía basada en la información.

Desde que esa noción fue asumida, quienes controlaban los aparatos de poder han tenido un sueño húmedo: el de proveer a los usuarios acceso inmediato y de pago a todas la información que deseen... cobrando lo máximo posible por cada una de ellas. Esta ambición ha chocado una y otra vez con un muro hasta ahora infranqueable: Internet hace tremendamente difícil bloquear el uso que se hace de la información y, en consecuencia, forzar a cada usuario a pagar cada vez que desea acceder a algo.

Por el contrario, lo que surgió desde el comienzo fue un nuevo tipo de economía: la economía de la atención. Las estrategias para lograr el cumplimiento de aquel viejo sueño han sido varias: la recentralización de la Red, tanto a nivel de software como a nivel de hardware han pretendido en todo momento devolver a los usuarios a un estado de independencia y autonomía inferior al que disfrutaban. El caudal de datos que Internet puede manejar crece exponencialmente y el coste del hardware para almacenar datos disminuye exponencialmente. ¿Por qué, entonces, esa insistencia reciente con la nube? Para recuperar el control, para crear dependencias a los usuarios.

Desde que Richard Stallman iniciara hace casi tres décadas la mayor revolución de nuestro tiempo al crear e impulsar el movimiento del software libre su figura ha sido objeto de críticas y burla. Sin embargo, aquellas afirmaciones que sus detractores tildaron de paranoia son una realidad innegable en 2012: los sistemas operativos para móviles no son libres y mantienen al usuario en una jaula en la que es casi imposible hacer algo que no haya sido pensado por el diseñador del dispositivo (ni hablar ya de ejecutar código), los dispositivos portátiles son ampliamente usados para espiar a sus usuarios y, por si fuera poco, este tipo de sistemas operativos-jaula comienzan ya su asalto a los ordenadores personales.

En los ordenadores personales nos jugamos el futuro: Windows 8 podría impedir que instales tu Linux (Microsoft dijo que eso sólo será así de forma opcional... una opción para reducir nuestras opciones) y en algunas arquitecturas sólo ejecturará aplicaciones para Metro, esto es, si te compras tu ordenador con Windows en esa arquitectura, tu ordenador tendrá la usabilidad de un tablet. Y en el típico tablet el control lo tiene el fabricante, siendo la capacidad de usarlo para usos no pensados por el fabricante extremadamente reducida. Las aplicaciones tipo Metro sólo se podrán instalar desde la App store de Microsoft y deberán ser aprobadas por Microsoft para estar ahí. Apple cambió el comportamiento del scroll en OS X para asimilarlo al diseñado para iPhone y iPad.

Una tendencia, tres caras de un mismo prisma:
  • los ultraportátiles baratos, que fueron promovidos ampliamente en la esperanza de las operadoras de vender tarifas de datos, suben de precio o desaparecen de las estanterías, toda vez que las tarifas de datos se venden ya en el móvil, un entorno mucho más amigable a las operadoras y la cultura de usuario que poco a poco han logrado imponer. Como dijimos en La neutralidad de la Red, no es que Internet llegue al móvil, sino que el móvil llega a Internet.
  • Los portátiles comienzan a venir ya en dos módulos para que te quedes la pantalla y lo uses a modo de tablet.
  • Los portátiles se convierten, directamente, en una prolongación del móvil.
En todos esos casos, la potencia y la libertad que ofrece un portátil es sustituida silenciosamente por la facilidad enjaulada del móvil. Dicen que Steve Jobs fue el visionario que hizo posible que en cada hogar haya un ordenador personal. Si hay justicia, la historia lo recordará como el visionario que decidió que había que llevarse de casa todos esos ordenadores.

Ante este advenimiento de nuevo hardware de capacidades limitadas por un software diseñado a tal efecto, la anti-Internet (centralizada, controlada, disneyficada) se regocija mientras los hackers ven un futuro steampunk en el que los sistemas de DNS alternativos (que llevan años con nosotros) gozan de adopción masiva y las darknets y la economía identitaria son parte de nuestra cotidianeidad.

Todo ello parece inevitable pese a los esfuerzos por controlar la Red, pero lo parece tan sólo porque damos por sentado que tendremos con nosotros la herramienta que nos ha acopañado en todas nuestras batallas en las últimas décadas. Esa herramienta es el ordenador personal, pero el ordenador personal tal y como lo conocimos, abierto, configurable, clónico, manipulable y hackeable podría no estar con nosotros cuando nos haga falta, víctima de una guerra que está pasando desapercibida para muchos. Inundando el mercado de cajas tontas de bajo precio, el PC se convierte en objeto de lujo, «para desarrolladores» y uso profesional que será artificialmente caro precisamente cuando el hardware es más barato. Es el precio de la libertad y espero equivocarme, pero nos lo van a subir muy pronto. En el camino quedarán los excluidos, la mayoría, con sus tablets-pc, herramientas diseñadas para consumir y no para crear.

Todas las luchas que tenemos pendientes dependen de tener éxito algo primordial: disponer de herramientas. La primera y más importante batalla es la de poseer hardware que podamos controlar y usar a nuestro antojo, evitar la tabletización de la informática personal para poder usar el software que necesitamos para ser autónomos y libres.

José Alcántara
Versvs
http://www.versvs.net/anotacion/la-guerra-contra-ordenador-personal

sábado, 3 de diciembre de 2011

El Internet y sus mitos

Un cuchillo puede servir para cortar la comida…., o para apuñalar a alguien. Del mismo modo, la energía nuclear puede servir para alumbrar toda una ciudad, o para hacerla volar por el aire. Conclusión: la tecnología en sí misma, permítasenos apelar a este maniqueísmo un tanto reduccionista, no es ni “buena” ni “mala”. El aprovechamiento de los avances técnicos está en función del proyecto humano en que se despliegan. Los instrumentos que el ser humano va creando, desde la primera piedra afilada del Homo Habilis hasta la más sofisticada estación espacial actual, son herramientas que ayudan a la vida. Las herramientas no tienen un valor por sí mismas: son la perspectiva ética, el modelo de ser humano y de sociedad a la que sirven, quienes les da su valor.

Es importante empezar diciendo esto para aclarar un mito que se ha venido dibujando en el mundo moderno, el mundo de la industria basado en la siempre creciente revolución científico-técnica: el mito de la tecnología y del progreso sin par. Las herramientas, los útiles que nos ayudan y hacen más cómoda la vida cotidiana –el tenedor, la presa hidroeléctrica, el calzador para ponernos un zapato o el microscopio electrónico– son pasos que nos van distanciando cada vez más de nuestra raíz animal. Pero con la aceleración fabulosa de estos últimos dos siglos que se da con la industria surgida en Europa y hoy ya globalizada ampliamente, el poder técnico pareciera independizarse obteniendo un valor intrínseco: la tecnología pasa a ser un nuevo dios ante el que nos prosternamos. En muchas ocasiones terminamos por adorar la herramienta en sí misma, independientemente de su real utilidad o de las consecuencias nocivas que pueda acarrear. Una vez más entonces: la tecnología no es “buena” ni “mala”. Es el proyecto político-social en la que se inscribe lo que debe cuestionarse. Los motores de combustión interna, por ejemplo, facilitaron las comunicaciones de un modo espectacular, pero al mismo tiempo pasaron a ser los principales contaminantes del mundo contribuyendo a provocar la catástrofe medioambiental que vivimos destruyendo la capa de ozono. ¿Son los automóviles la “causa” de ese desastre? Obviamente no, sino el proyecto social al que sirven. Y es claro que el mismo está decidido e implementado por grandes poderes que obligan a seguir determinados criterios y no otros: ¡todo el mundo consume automóviles alimentados con gasolina hasta que se termine la última gota de petróleo que hay en el subsuelo! ¿Se consultó a alguien, a los ciudadanos comunes, si estábamos de acuerdo con eso?

El mito tecnológico alimenta generosamente esas construcciones culturales borrando la reflexión crítica al respecto: “tener auto da estatus…, y si es una Ferrari, ¡mejor!” Los mitos tienen esa función: dan explicaciones convincentes del mundo, eximen de seguir interrogándonos porque “resuelven” el origen de todas las cosas. En la sociedad planetaria actual, marcada por la gran industria que transformó radicalmente la vida en estos últimos 200 años, hoy por hoy el desarrollo técnico ha llevado a entronizar la acumulación y procesamiento de información como el bien más importante. Tanto, que se puede hablar de una “sociedad de la información”. En esta nueva “aldea global”, las tecnologías de punta ligadas a las comunicaciones marcan el ritmo: sociedad digital, sociedad basada en la inteligencia artificial y en la virtualidad, donde quien no puede seguir ese ritmo –y de hecho, es la gran mayoría planetaria– queda en una situación de desventaja comparativa cada vez mayor con quien sí lo impone. De más está decir que son unos pocos centros de poder mundial los que detentan esas tecnologías. Las diferencias, por tanto, se aumentan exponencialmente. Las sociedades agrarias que por milenios se desarrollaron en los distintos puntos del planeta, con diferencias sin dudas, tenían no obstante una cierta paridad entre sí. Hoy día, estas tecnologías hiper desarrolladas que combinan ámbitos diversos como la navegación aeroespacial, la inteligencia artificial y la búsqueda de nuevos materiales, han creado brechas (abismos mejor dicho) tan enormes que el mundo que se perfila para más adelante nos presenta en realidad la perspectiva de dos mundos: quienes siguen con el arado de bueyes… y quienes están en la ampulosamente llamada “post modernidad”. “La tecnología de la información y las comunicaciones entraña innovaciones en microelectrónica, computación (equipo y programas informáticos), telecomunicaciones y óptica electrónica (microprocesadores, semiconductores, fibra óptica).

Esas innovaciones hacen posible procesar y almacenar enormes cantidades de información así como distribuir con celeridad la información a través de las redes de comunicación. La ley de Moore predice que la capacidad de computación se duplicará cada período de 18 a 24 meses gracias a la rápida evolución de la tecnología de microprocesadores. La ley de Gilder augura que cada seis meses se duplicará la capacidad de las comunicaciones, una explosión en la amplitud de banda, debido a los avances de la tecnología de redes de fibra óptica”, alertaba Naciones Unidas en su Informe de Desarrollo Humano algunos años atrás. Es allí donde entran a tallar los mitos: “La tecnología es como la educación: permite a las personas salir de la pobreza”, dice el referido Informe. Sí y no. Las nuevas herramientas sirven, por supuesto; pero no resuelven la vida. Si hay pobreza –¡y por cierto la hay, y mucha!– ello responde a estructuras de base asentadas en la explotación de unos por otros. Allí hay una cuestión de ejercicio de poder, conflictos de clase, dominación. Ninguna herramienta, por más sofisticada que sea, puede cambiar esas relaciones. La tecnología ayuda a hacer el mundo más cómodo. Pero también puede transformarlo en un infierno. No hay dudas que para quienes están leyendo este texto en la pantalla de su computadora, habiéndolo descargado de internet, la tecnología digital es un paso adelante fabuloso. No dirán lo mismo los pobladores de República Democrática del Congo, que viven en situación de pobreza extrema y en guerra casi perpetua por ser el principal productor mundial de coltán, el material con el que se elaboran los microchips gracias a los cuales funcionan las computadoras y los satélites geoestacionarios que permiten estos prodigios técnicos, como estar leyendo esto ahora. Apurémonos a aclarar que este escrito no pretende ser, como en los tiempos de la revolución industrial en Inglaterra, un llamado a destruir las nuevas máquinas “endemoniadas”. Bienvenidas las nuevas tecnologías, sin dudas. Pero no dejemos de ser críticos. Internet es un adelanto tecnológico espectacular, de eso no cabe la menor duda. Pero estemos alertas con los mitos que se van tejiendo al respecto. “Internet ha cambiado el mundo”, “la historia está cambiando gracias al internet”, “la vida antes y después del internet”..... Frases así se escuchan a diario, se han hecho comunes, populares.

Pero justamente por tan omnipresentes merecen ser, como mínimo, puestas en entredicho. No hay dudas que algunos desarrollos técnicos tienen una importancia mayor que otros en la historia humana. La agricultura, la rueda, los metales, la máquina de vapor –por poner algunos ejemplos– definitivamente han dejado marcas indubitables, más que otros. En la era de la revolución científico-técnica que vive el mundo desde hace doscientos años, ciertas invenciones, ciertos campos de descubrimiento posibilitaron saltos cualitativos de profundidades inéditas. Las comunicaciones, quizá más que ninguna, se inscriben en ese ámbito. Hoy, de hecho, ellas representan una de las áreas más dinámicas del quehacer humano, en todo sentido: por la celeridad con que crecen, por su calidad siempre en aumento, por las transformaciones socio-culturales a que dan lugar, por las fortunas que contribuyen a amasar. Internet hace parte de todo ese paquete, pero más aún: es su estandarte, su insignia.

El mundo post moderno es el mundo de la red de redes, del ciberespacio. Ahora bien: ¿en qué sentido internet ha cambiado el mundo? En este nuevo mundo digital, globalizado, hiper comunicado, por supuesto es la savia vital de la nueva economía basada en la información, en la velocidad rutilante, en la virtualidad del ciberespacio. Pero permítasenos dos observaciones. Por un lado, el número de seres humanos con acceso a esta tecnología todavía es mínimo a escala planetaria. Mucha población mundial todavía ni siquiera dispone de energía eléctrica o de acceso a un teléfono, y el analfabetismo (no el digital, sino el de la lectoescritura) sigue siendo una dura realidad para alrededor de 1.000 millones de personas. No hay dudas que internet llegó para quedarse, pero todavía estamos muy lejos de poder decir que sea un invento disfrutado por las mayorías. Y nada hace pensar que se esté por llegar rápidamente a ese punto. “Actualmente, de las computadoras conectadas con la Internet, el 93% están en los países de más altos ingresos, donde reside sólo un 16% de la población mundial. Hay en Finlandia más computadoras conectadas a la Internet que en toda la región de América Latina y el Caribe; hay más en la ciudad de Nueva York que en todo el continente de África”, da como datos contundentes el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. El mito del cambio del mundo en función de la llegada de internet, de momento no es sino la promoción mercadológica de quienes detentan estas tecnologías, y por supuesto las comercializan. En muchos países del Tercer Mundo hay ya más teléfonos celulares que población (y quizá pronto haya tantas computadoras conectadas con internet como personas), pero de todos modos el desarrollo no llega. Salir de la pobreza es algo más que una cuestión técnica.

Pero por otro lado –quizá esto es lo más importante para analizar críticamente– los cambios que puede traer aparejados, no necesariamente son transformaciones positivas vistas en términos de especie humana. Hoy día internet es cada vez más omnipresente en innumerables facetas de la vida: sirve para la comercialización de bienes y servicios, para la banca en línea, para la búsqueda de la más variada información (académica, periodística, de solaz), para el ocio y esparcimiento (siendo los videojuegos una de las instancias que más crece en el mundo de las nuevas tecnologías digitales, esto no hay que olvidarlo –preparación en los niños de los futuros consumidores del futuro–), en la gestión pública (algunos gobiernos están incorporando el uso de redes sociales como Twitter, Facebook o Youtube cuando las autoridades dan a conocer su posición sobre acontecimientos relevantes), habiendo incluso todo un campo relacionado al sexo cibernético. Hasta incluso podríamos agregar que da la posibilidad de espacios alternativos y de denuncia como éste donde ahora aparece el presente texto. Todo esto beneficia la vida cotidiana, la hace más cómoda, más placentera incluso, facilitando el acceso a fuentes de información insospechadas algún tiempo atrás. Sin embargo, no debemos olvidar que también esto ha creado una cultura de la “información de la pantalla”: breves resúmenes audiovisuales que en tres líneas explican todo, desde una receta de cocina a la “Fenomenología del Espíritu” de Hegel, desde la noticia puntual del momento al Corán. Cultura de la inmediatez, del flash. Internet contribuye también, visto en esta lógica, al triunfo de la imagen sobre la simbolización –¿evaporación del pensamiento crítico?– La imagen juega un papel muy importante en esta cultura cibernética. Lo visual, cada vez más, pasa a ser definitorio. La imagen es masiva e inmediata, dice todo en un golpe de vista. Eso seduce, atrapa; pero al mismo tiempo no da mayores posibilidades de reflexión. “La lectura cansa. Se prefiere el significado resumido y fulminante de la imagen sintética. Ésta fascina y seduce. Se renuncia así al vínculo lógico, a la secuencia razonada, a la reflexión que necesariamente implica el regreso a sí mismo”, se quejaba amargamente Giovanni Sartori .

No hay dudas que “pega” más una imagen atractiva que un discurso sesudo, profundo; la fascinación hace parte medular de lo humano. Seguramente por eso pudo constituirse –y seguirá ahondándose– esa cultura de lo visual no crítico. Lo cual no es condenable; lo escandaloso es la manipulación con fines de control social que se pueda hacer de ello. Al respecto valen las palabras de Carlos Estévez: “en términos mayoritarios [los usuarios de internet] adquieren información mecánicamente, desconectada de la realidad diaria, tienden a dedicar el mínimo esfuerzo al estudio, necesario para la promoción, adoptan una actitud pasiva frente al conocimiento, tienen dificultades para manejar conceptos abstractos, no pueden establecer relaciones que articulen teoría y práctica”. “¡No piense, mire la pantalla!” Así podría resumirse la tendencia cultural moderna, de la que internet es principal tributario, junto con la televisión. Según una investigación de la empresa de encuestas Gallup, nada sospechosa de posiciones críticas precisamente, el 85% de lo que “sabe” un adulto urbano término medio proviene de los mensajes asimilados en la televisión. ¿Realmente sabe?

La imagen atrapa, tiene un valor propio: fascina. La actual cultura cibernética, nada distinta a la televisiva, obliga a perpetuarse horas y horas ante una pantalla (de la computadora, o actualmente también de un teléfono móvil con acceso a internet, o de las tablets). Así como los insectos caen en la luz que los subyuga, así los humanos sucumbimos a las pantallas de las “máquinas vendedoras de sueños”. Esto nos lleva preguntar: ¿estamos condenados a vivir siempre con un nivel de ilusión? ¿Por qué es más fácil dejarse invadir por las imágenes atractivas que desarrollar una lectura analítica? ¿Por qué gusta destinar tanto tiempo a la “recreación” simple que nos ofrecen las pantallas? Y nadie, absolutamente nadie podría decir que en internet no se ha desarrollado ya una fabulosa cultura del copia y pega que va marcando nuestro cotidiano modo de hacer. Una vez más, y para que no queden dudas: internet es un invento fabuloso y vale la pena aprovecharlo al máximo. Pero cuidado con los mitos que se puedan haber tejido al respecto. Las llamadas redes sociales, por ejemplo –más a-sociales que sociales, que obligan a estar en solitario ante la pantalla una buena parte del día– pueden contribuir a juntar gente, a establecer contactos. O también, enmascaradas en la ilusión de estar unidos –teniendo centenares de “amigos” en el perfil– pueden obligar a la soledad de la lectura en la pantalla. De todos modos es una falacia pensar que el espacio virtual reemplaza a lo humano de carne y hueso. ¿Reemplazará el sexo cibernético al otro? ¿Podrá haber revoluciones sociales hechas desde las pantallas? El debate está abierto.

Marcelo Colussi
Rebelión